La muerte es uno de los hechos a los que la gran mayoría de personas le tiene miedo.
Por Adán Quintanar Vargas
“Por mi parte, estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del Señor su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas”: Josué 23:14
Partir de este mundo es inevitable y, en muchos casos, sucede en instalaciones hospitalarias. Aunque es muy difícil saber el día exacto en que una persona morirá, las palabras antes de que pase este suceso, tienden a ser de agradecimiento o son expresiones peculiares.
Una enfermera, por medio de su cuenta de TikTok, reveló las palabras o formas verbales que varios pacientes le han comunicado antes de decir adiós a este mundo.
Se trata de Julie McFadden, enfermera de cuidados paliativos (centrada en la atención y priorización de personas quienes tienen una enfermedad terminal), quien por más de cuatro años ha laborado en un hospital de Los Ángeles, California, y se ha centrado en darle un uso diferente a sus redes sociales con contenido relacionado a su vida profesional, buscando acercarse a sus seguidores y brindando un poco de educación en información general de su área de conocimiento.
Palabras finales
McFadden dio una entrevista al periódico de Reino Unido, The Sun, en la que manifestó: “hay algo que la mayoría de la gente dice antes de morir y por lo general es ‘Te amo’, o llaman a su mamá o papá, quienes por lo general ya han muerto”. 1
Algunas celebridades, antes de su muerte, demostraron que son tan humanos como cualquiera. A pesar de su riqueza, fama, virtud o poder que hubiesen tenido, la cita final es impostergable. Es ahí cuando se han registrado sus últimas palabras, grabadas antes de partir.
1 “Enfermera revela las últimas palabras más comunes que las personas dicen antes de morir”. Tomado del diario virtual Semana.
Entre celebridades
Estos son algunos ejemplos:
Ludwig Van Beethoven: «Aplaudid, amigos míos, la comedia ha terminado».
Frida Kahlo: «Espero que la salida sea alegre y espero no volver nunca».
Joe Dimaggio hablando de su ex-esposa, Marilyn Monroe: «Finalmente podré ver a Marilyn».
Bob Marley: «El dinero no puede comprar la vida».
Princesa Diana: «Dios mío, ¿qué ha pasado?».
Thomas Hobbes: «Estoy a punto de emprender mi último viaje, un gran salto en la oscuridad».
Charlie Chaplin después de que un religioso le dijera «Que el Señor se apiade de tu alma». Él contestó: «¿Por qué no? Después de todo, le pertenece».
Winston Churchill, antes de entrar en coma y morir 9 días después: «Estoy tan aburrido de todo».
Leonardo Da Vinci: «He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no ha alcanzado la calidad que debería».1
Como vemos, algunos mostraron sorpresa, esperanza, fastidio, pena, indiferencia, inseguridad o sencillez.
Pero detengámonos en la expresión dramática de Lady Di al ser atendida después de su “colisión accidental”. Ella no estaba preparada para el desenlace tan repentino, pero la cita con la muerte no acepta demoras. Sin embargo ¿quién está preparado para ello?
Es posible que muchas vidas sin propósito se puedan resumir con este epitafio: “nació, creció y murió, pero no supo para que vivió”
Árbol sin raíz
Esto ocurre para alguien que vive sinsentido, que es como árbol que no tiene raíz, o una casa sin cimientos que puede precipitarse en cualquier momento. Las Escrituras lo describen con gran acierto:
“Son como la paja ante el viento, o como el tamo que arrebata el huracán”.1
Pero es diferente para el que camina con Diosen su vida.
Este tipo de persona espera en la voluntad del eterno, sabiendo cuál es el propósito de su vida y el de su muerte; no significa que no le pueda sorprender como a los demás. La diferencia es que espera el hecho con esperanza, porque se sabe listo al llamado de su amado rey en el momento que sea requerido:
“…porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; él nos guiará aún más allá de la muerte#.2
Será un paso con el miedo tratando de asaltar, pero que será superado por la presencia del Todopoderoso, quien le acompañará para siempre:
“Pues el Cordero que está en el trono será su Pastor. Él los guiará a manantiales del agua que da vida. Y Dios les secará cada lágrima de sus ojos”.1
Invitación a la reflexión
Esto nos lleva reflexionar un ejemplo como el de Moisés; recordemos que la personalidad de los personajes bíblicos está retratada en sus nombres, y él no era excepción:
“Le puso por nombre Moshe (מֹשֶׁה), diciendo: Porque de las aguas lo Meshi (מְשִׁיתִהוּ)”. La similitud del sonido entre el nombre “Moshe” y la palabra “meshi” (sacar)”.
Es decir, fue sacado de las aguas y posteriormente fue usado para sacar a su pueblo de las aguas de las naciones (Egipto) del yugo esclavizador a la libertad, caminando en el desierto para recibir el Davar o Dabar (דבר), que es la palabra limpia del Eterno.
La labor de Moisés fue ardua. La mansedumbre que Dios le dio servió para soportar el reto y enfrentar conflicto tras conflicto con sabiduría; sus 120 años no le pesan, pues sus fuerzas y habilidades no se han desvanecido, a pesar del tiempo.
Cerca de la tierra prometida
Pero Moisés debe reunirse con los suyos. Se le ha concedido un tiempo mayor que Aarón, puesto que ha sido más recto y obediente y se le permite acercarse a la tierra prometida, hasta al punto de verla, pero el Señor no olvida su palabra, y justo en este momenot le llega el mensaje contundente:
«Sube a esta montaña y muere en ella, para reunirte con tu pueblo, de igual modo que tu hermano Aarón murió en el monte Hor y se reunió con su gente».
El mandato fue obedecido. Este hombre de Dios, «cuyo ojo no se había apagado ni se había perdido su vigor» [Deuteronomio 34: 7], ascendió a la cumbre de Pisga y allí, el Señor, asistiendo milagrosamente su vista, le mostró «la tierra entera: Galaad hasta Dan, todo Neftalí, la tierra de Efraím y de Manasés, toda la tierra de Judá, hasta el mar occidental, el Négueb, la vega del valle de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Soar» [Deuteronomio 34: 1-4].
Una vez hecho esto, su alma expiró en las manos del hacedor y «el Señor le enterró en el valle, en el país de Moab, frente a Bet Peor», pero ningún ojo humano vio su misteriosa disolución, y «nadie hasta hoy ha conocido su tumba» [Deuteronomio 34: 6].
El pasaje destaca por la manera sencilla y espontánea en la que la orden se emite. «Sube y muere». Si Dios hubiera invitado a Moisés a un banquete o le hubiera conminado a llevar a cabo la obligación más común, no lo habría hecho con tanta familiaridad o soslayando lo que es doloroso o difícil, de modo que no fue nada complicado para Moisés morir.
Había estimado deliberadamente «como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo» [Hebreos 11: 26] y durante tiempo lo hizo así «porque tenía los ojos puestos en la recompensa» [Hebreos 11: 26].
Moisés sabía que morir significaría entrar en una tierra, que a comparación de Canaán, no era sino una sombra. Por lo tanto, Dios podía hablarle de la muerte del mismo modo que le habría hablado de un descanso durante el sueño.
La solemnidad de la muerte
Morir es algo solemne, y a causa del acto de la desintegración, parece requerir todas las plegarias y bondades de nuestros amigos.
La habitación en la que un buen hombre fallece se ve ocupada normalmente por parientes afectuosos que rodean su cama para observar cada una de sus miradas y captar cada una de sus palabras: le susurran verdades alentadoras y hablan animadamente de la tierra mejor a la que se apresura, aunque a menudo se ven obligados a volver sus rostros para que el moribundo no se apene ante las lágrimas.
Todo esto, en cierta manera, quita valor al miedo a la muerte. Pero eliminemos a todos los parientes y amigos de la habitación del enfermo, y, ¿no acontece una escena de desolación, una escena ante la cual cada uno de nosotros retrocedemos y que presenta un retrato de abandono que bastaría para amargarnos el resto de nuestros días?
Y allí en efecto Moisés falleció: su espíritu entró en un estado separado y ningún amigo humano estuvo cerca para hacer los últimos honores ante sus restos. (Primera parte).
- “Enfermera revela las últimas palabras más comunes que las personas dicen antes de morir”. Tomado del diario virtual Semana.
- 20 ultimas palabras
- Job 1:28
- Salmos 48:14
- Apocalipsis 5