Mucho se habla del reto que enfrenta la generación nacida entre los 80 e inicios del 2000: es un grupo condenado, en su mayoría, a la falta de vivienda propia.
Por el equipo de la proptech Netta.
A diferencia de nuestros padres y abuelos, nuestro contexto se ha tornado cada vez más complejo por todo eso que ya sabemos: las oportunidades laborales escasas -muchas veces son poco justas-, con salarios precarios, nula seguridad social o acceso a algún tipo de servicio médico y otras prestaciones… Todo ello nos coloca en un ambiente lejano de la estabilidad financiera y, por lo tanto, del sector inmobiliario.
Muchos dicen que eso nos pasa porque no tenemos educación financiera, que no sabemos ahorrar, pero la realidad es que no podemos hacerlo.
Inequidad en el hábitat
Las cifras de 2015 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), indican que al menos 55% de la población mexicana vive en condiciones de pobreza, así que si la mayoría no puede cubrir los gastos mínimos de comida, salud, educación y otras cuestiones básicas del bienestar, ahorrar dinero se vuelve impensable.
En cuanto al desempleo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó en junio de este año que hay por lo menos 1.9 millones de personas mexicanas sin empleo.
Este número incluye a las personas que no trabajaron ni una hora durante la semana en que se realizó la encuesta pero que tenía disposición para trabajar o hizo algo para tratar de tener empleo.
Quienes tienen un poco más de suerte y encuentran un trabajo más o menos justo que les permita solventar sus gastos, tampoco están en condiciones de poder comprar un inmueble. La opción es rentarlo.
Lo que hemos aprendido de todos esos factores precarios es que vamos a cuidar de nuestro dinero y lo vamos a hacer valer hasta el último centavo y, aunque no podamos comprar un producto o servicio, sí podemos rentarlo bajo un esquema que para muchos es exigente porque deberá cumplir con nuestras expectativas y necesidad, mismas que se engrandecen constantemente.
Plataformas digitales y necesidades
No somos nuevos en el alquiler de cosas. ¿Hace cuánto tiempo que no compramos películas o discos compactos para disfrutar a nuestros artistas favoritos? Hoy estamos suscritos a infinidad de plataformas digitales que nos ofrecen contenido por una cuota mensual e, incluso, se pueden compartir en planes de tipo familiar o entre amigos.
Según Statista, Netflix ofrece más de 5 mil títulos, de los cuales, cerca de 3 mil 100 son películas. Su precio actual va desde los 139 pesos mexicanos para una cuenta básica, hasta los 300 pesos en una premium. La misma fuente reportó que en 2020, Spotify contaba con 76 millones de usuarios en América Latina, y que en 2021 fue la plataforma de música (vía streaming) más popular con el 85% de usuarios suscritos.
Como lo nuestro es tratar de gastar menos pero tratar de tener acceso a los bienes, también aplicamos esa estrategia compartida con el alquiler de viviendas, porque igualmente nos reduce el gasto por el costo de todos los servicios como luz, agua e internet.
Y así como sucede con Netflix o Spotify, en la que nuestra lista de reproducción es meramente la que elegimos, así también decidimos con quién queremos vivir.
Nuevas convivencias
No necesariamente las personas con quienes compartimos la vivienda, tiene que ser familiares, hoy preferimos vivir con nuestros amigos, los más afines a nuestros gustos y comportamiento, nuestros queridos roomies.
En ese modo de vivir, obligado por las circunstancias económicas, hemos encontrado cierta adaptación y libertad para decidir de qué forma queremos desarrollarnos.
En este contexto es necesario preguntarnos ¿qué se está haciendo para crear un escenario menos hostil y más seguro para los jóvenes que comienzan a desarrollarse profesionalmente bajo un panorama de economía individual vulnerable?
Si bien es cierto que pocos miembros de las nuevas generaciones pueden pagar el costo de una vivienda, sobre todo en las grandes urbes como la Ciudad de México, donde el precio por metro cuadrado varía dependiendo de la zona donde se planee vivir, vale la pena repensar el mercado inmobiliario como una oportunidad de crecimiento y considerar cómo podemos facilitar la vida a los roomies y a los miles de jóvenes que ingresan al mercado laboral y buscan su correspondiente independencia.