La postmodernidad es, sin duda, policromática, rica en matices y culturalmente diversa.
Por Fabian Acosta Rico / Universidad de Guadalajara – México
Si bien hablamos de una “generación porno” con fácil acceso a material sexual explícito, también es cierto que los llamados zoomers, la generación centennial nacida entre 1995 y 2010, son más moralistas que sus predecesores.
El sexo siempre ha sido un tema complejo para la humanidad. El hebraísmo, la fe del pueblo elegido, lo entendió al establecer que, junto con la fuerza, la riqueza y el habla, el sexo debía estar normado por la Ley de Dios.
Sin regulación, podría conducir a la depravación. La fe cristiana condenó la promiscuidad y el adulterio, y santificó la unión entre hombre y mujer a través del matrimonio.
Sexo no normado
El sexo no normado religiosamente fue tildado de pecaminoso, pues debía servir a la procreación en consonancia con la Voluntad Divina. La familia tradicional, entonces numerosa, seguía la consigna de tener los hijos que Dios otorgara.
Con la modernidad y la secularización, el sexo dejó de ser sagrado y adquirió un sentido hedonista. En rebeldía, el individuo postmoderno declaró que su sexualidad no era asunto del púlpito ni del confesionario. Así surgió la revolución sexual, que normalizó el uso de anticonceptivos, la masturbación y la pornografía.
Pasamos de la represión a la permisividad. Los viejos tabúes de la moral cristiana cedieron ante un progresismo que defendía la libertad como derecho supremo: “Soy libre para decidir sobre mi cuerpo”. Las generaciones X y millennial proclamaron que no necesitaban el consentimiento de ninguna tradición para hacer con sus cuerpos lo que desearan.
Hipersexualización cultural
En este nuevo mundo, la hipersexualización cultural brilló con intensidad. La virginidad dejó de ser un símbolo de orgullo y se convirtió en un estigma para quienes se auto-segregaban. El frenesí carnal se volvió norma entre las generaciones emancipadas de un pasado de represión.
Como suele suceder, a una sociedad de exhibición sexual le siguió una reacción contraria, no orquestada por fuerzas conservadoras, sino como una respuesta espontánea de jóvenes que rechazaban el libertinaje. Mientras que los millennials se caracterizaron por disfrutar de una sexualidad permisiva, los centennials, cansados de la hipersexualización, se han inclinado hacia el conservadurismo. Occidente, que tanto luchó por sacudirse las ataduras de la moral cristiana, ahora observa cómo los Zoomers rechazan la cosificación del cuerpo y la mercantilización del sexo. Estos jóvenes valoran la monogamia, la heterosexualidad y el compromiso en las relaciones.
Este retorno al puritanismo también se observa en los alfa, nacidos entre 2010 y el presente. Entre los adolescentes actuales, el movimiento “puriteens” combate las relaciones con diferencia de edad, critica la promiscuidad sexual y defiende la castidad. Están influenciados por el puritanismo cristiano, y algunos por el integrismo católico.
Estudios muestran que los centennials tienen cada vez menos encuentros sexuales casuales, consumen menos alcohol, drogas y tabaco, y rechazan el uso de aplicaciones de citas como Tinder. Además, al igual que los alfa, consideran que las relaciones con personas mayores, como los “sugar daddies” y las “cougars”, son formas de pedofilia encubierta.
Posición crítica
¿Son los Zoomers realmente retardatarios respecto a los avances culturales de sus predecesores? Quizás su posición crítica hacia las libertades actuales sea el resultado de un juicio más agudo. Nacidos en la era de la sobreinformación, estos jóvenes están acostumbrados a opinar sobre temas variados, incluyendo el sexo, el alcohol y las drogas. Son, en general, una generación crítica que no acepta verdades solo porque figuras de autoridad las sostengan. Por lo tanto, calificarlos de “puritanos” en un sentido extremo es simplista.
Este puritanismo no es exclusivo de la derecha. También lo adoptan corrientes de izquierda. Feministas condenan la prostitución y la pornografía como prácticas denigrantes para la mujer. En la cultura pop, el llamado a la pureza es evidente en géneros como el K-pop, donde los artistas tienen prohibido consumir drogas, fumar, beber o tener pareja. Nada que ver con los rockstars de los 70, que vivieron el glam rock y el exceso.
En la derecha, particularmente en la ultraderecha, los Zoomers puritanos asumen una postura antifeminista. Los hombres buscan una madre para sus hijos, no una mujer que haya tenido múltiples parejas. Esta misma postura se usa para criticar los movimientos de diversidad sexual, tachándolos de libertinos.
El puritanismo de los Zoomers debe entenderse como un efecto pendular, tan predecible como inevitable en cualquier civilización. Así como la Roma imperial pasó de las bacanales a la Europa medieval puritana, nuestra sociedad parece seguir un curso similar. Los filósofos dicen que la virtud está en el justo medio, pero está claro que a la humanidad le encantan los extremos.