Waters

La guerra, la obsesión eterna de Roger Waters

The Wall (1979) es la cúspide creativa y catártica de Pink Floyd; ha liderado por décadas, literalmente, todas las listas de discos más famosos. Billboard lo mantuvo casi 10 años en su top.

Con cariño, a la memoria de Jesús Muñoz (El Muni)

Primer movimiento

Yo estaba en la primaria, cursaba el sexto año, allá por 1979.

El más malandrín de todos era el Wicho: grande, fornido, de familia que era conocida en el barrio de “Los Verdugos” por ser de los más aguerridos.

Y qué más aguerrido se puede encontrar uno sino vivir en Santa Fe en 1979, cuando estaba a punto de explotar el fenómeno de los chavos banda, y donde el barrio, ubicado en la periferia de la delegación Álvaro Obregón, tenía uno de los más altos índices de inseguridad.

Estaban de moda las razzias, que eran detenciones multitudinarias de jóvenes que se vestían rock punk, hippitecas o lo que se pareciera a una cultura joven.

El gobierno priista de entonces, temía con toda la fuerza de sus entrañas, a los jóvenes.

En ese contexto, el Wicho me prestó un disco.

– Te vas a rayar, me dijo.

En mi viejo tocadiscos de contrabando, se reprodujeron, por primera vez, los acordes de una suite psicodélica poderosa. Lo que escuché fue la épica más grande en contra de la sociedad de consumo.

Se trataba de las canciones más devastadoras y solitarias que jamás había escuchado, junto con los requintos más oníricos que mis oídos no habían asimilado aún. Ladies and gentleman, con ustedes, The Wall.

Y así empezó mi gusto por el rock.

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El concepto nació en 1979.

Segundo movimiento

Estudiaba en la ahora Facultad de Estudios Superiores de Acatlán en 1992, y en cada clase, me quedaban más dudas que aprendizajes con los maestros que teníamos (o que padecíamos) en el turno vespertino.

Por medio de un amigo común, conocí a Jesús Muñoz Olivares, El Muni. Un periodista independiente y fanfarrón que presumía tener nexos con el Chato (el vocalista de Caifanes, Saúl Hernández) y que tenía además, la fama de ser caradura.

El Muni hacía unas revistas que constaban solamente de hacer traducciones de cantos de grupos de rock en inglés y meter buenas reseñas de los discos.

Era un periodismo incipiente, pero era una extraordinaria idea cultural y periodística a principios de los años 90. Estas revistas se vendían en los conciertos de rock solamente y en el Tianguis del Chopo.

Entonces fui y le pedí la oportunidad de colaborar.

Me dijo que “YES”.

Órale.

El tamaño de la empresa era formidable. Me pidió hacer la reseña de “The Wall” de Pink Floyd.

Para ello, me tardé una semana en hacer mi breve texto de tres cuartillas.

En cuanto lo leyó, me lo aventó al suelo. “Mejóralo”, me dijo y se fue.

Volví a la semana siguiente, lo leyó y no me lo aceptó.

A la tercera semana, con toda mi mejor destreza literaria y redactora puesta a prueba, lo aceptó.

Valió la pena: colaboré en ese número con el periodista que años después sacaría “Diablo Guardián”, Xavier Velasco. Nada mal.

Recuerdo el texto y la revista. Los conservo aún. Fue mi inicio en el periodismo independiente.

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David Gilmour and Roger Waters en una presentación.

Tercer movimiento

Roger Waters acaba de anunciar un concierto gratuito en el Zócalo para octubre de 2016.

Cuarto movimiento

The Wall (1979) es la cúspide creativa y catártica del grupo. Ha liderado por décadas, literalmente, todas las listas de discos más famosos y más trascendentales. Billboard lo tuvo casi 10 años en los primeros lugares.

Al realizar la traducción de cada una de las letras y al escuchar decenas de veces la película y el disco, se corre el peligro de verse envuelto en un laberinto de emociones y reflexiones.

Por encima, dentro de las líricas, se expresa el trauma de un músico de rock que vivió una infancia con una madre ausente y abusiva, y que como estrella de rock, no logra tener la satisfacción sexual, musical experimental o espiritual que le deje felicidad alguna. Waters, a través del personaje del niño, es un hombre sumamente infeliz y solitario, lastimado por el abandono y el ruido de las bombas nazis.

Al alter ego de Waters, dentro de la película, no le satisfacen ni la ropa, muebles, televisión, drogas, sexo, casas con albercas, los mejores instrumentos, los mejores managers ni todos los hedonismos posibles, nada le llena.

Animals

Pero la obras va mucho más allá. Logra captar la sociología de la estrella musical contemporánea. El rock star ahora está en camino de convertirse en un Hitler músico-existencial que buscará llenar las expectativas de sus millones de fans, pero que en la paradoja existencial, nada le hace feliz.

The Wall, también es un retrato extraordinario del abuso del poder político. Desde una visión de un gobierno, colateralmente expresa su crítica explícita a la sociedad de consumo, aunque al final del día, él busque (Pink) escapar desesperadamente de su vacío existencial.

A lo lejos, puede oírse (Goodbye, blue sky) el sonido de las bombas y el enorme miedo que deja en las conciencias la guerra.

Ese vacío existencial sigue vigente hoy en día, en la mayoría de las personas.

Ese vacío puede llenar más con Dios. El corazón del hombre busca un significado más allá de él a través de una búsqueda que sigue día a día y más vigente que nunca, en esta etapa postcovid y ante el umbral de la guerra que se cierne desde Europa con la invasión de Rusia a Ucrania.

Sí, la obsesión de Roger Waters, a más de 40 años de la creación de “The Wall” sigue vigente.