La historia relata, cómo a través de cubrir una simple audiencia en un juzgado, el periodista Robert Woodward (Robert Redford) descubre que hay agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

El reportero como héroe: All the president´s men

¿Qué sucede cuando un reportero descubre una intrincada red para espiar, en tiempos de elecciones, todo lo hacen los contrarios de un Presidente de EU?

De niño, en las carteleras de cine de culto que se publicaban en el diario “Esto”, estaba siempre esa película. “All The President’s Men” o “Todos los hombres del Presidente”, del director Alan J. Pakula me abrió una interesante puerta a conocer un escándalo que terminó con la aspiración de un presidente de Estados Unidos (Richard Nixon) que a través de espionaje, sobornos y desvíos millonarios, logró hacerse de la investidura presidencial.

Es interesante observar desde el inicio cuando empieza la película, el juramento que hace Nixon de proteger y ser un siervo de la nación: situación que nunca sucede, como en la mayoría de los presidentes, no solo de Estados Unidos; también podría aplicarse a México.

La historia relata, cómo a través de cubrir una simple audiencia en un juzgado, el periodista Robert Woodward (Robert Redford) descubre que hay agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en un allanamiento a una sede del partido Republicano, lo que le llama la atención poderosamente.

A partir de ahí, el reportero descubre una intrincada red para espiar, en tiempos de elecciones, todo lo que hicieran los partidarios contrarios al Presidente Nixon.

Érase una vez un periodista judío mal pagado.

Un judío incómodo

El judío Woodward,  a través un rastreo de datos a conciencia, consulta de fuentes, redacción rápida y una edición impecable de su otro compañero Carl Bernstein (Dustin Hoffman) que se empieza a hallar cada vez más una intrincada red de protección que se blinda ante cualquier husmeo de los periodistas.

Llamadas, regaños del editor y director, persecución a las fuentes, cotejar documentos y hacer decenas de llamadas, era parte del quehacer de los periodistas en la Norteamérica de los años 70.

La historia se centra en una relación difícil entre el periodista Bobo Woordward y Carl Bernstein que juntos, logran desentrañar uno de los casos de corrupción más emblemáticos de las últimas décadas en Estados Unidos. Pero el resultado final pasó por varias pruebas.

Hacer una buena historia

Redford tenía ideas precisas y cinematográficas sobre cómo se debía contar la historia y por qué eran importantes las identidades y el carácter de los reporteros. “Un tipo era como una avispa; el otro tipo era judío. Un tipo era republicano; el otro era un liberal radical. Realmente no se querían el uno al otro, pero tenían que trabajar juntos. Y pensé, esa dinámica está impulsada por los personajes, y eso me gustó”, dijo Robert Redford.

Otro reto fue captar la esencia del personaje de Woodward, quien tenía veintinueve años, que y que era la persona peor pagada del Post cuando salió a la luz la historia de Watergate, el periodista estaba desconcertado porque sería retratado en la pantalla por el símbolo sexual reinante de Hollywood, que encarnaba a Redford.  “Soy esencialmente aburrido”, dijo. “La forma en que vivo y trabajo no es dramática. No soy el tipo de personaje que normalmente ves en las películas. Creo que se necesitaron tremendas agallas por parte de Redford para interpretarme”.

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“All the President’s Men” con Dustin Hoffman, Robert Redford (1976) Cortesía de Warner Brothers

Llevar la redacción al cine

Bajo la dirección de Alan J. Pakula, el elenco evita la mayoría de los estereotipos de los cazadores de noticias de las películas, subrayando en cambio las dudas de los diversos escalones editoriales superiores del Post a medida que las implicaciones de Watergate comienzan a desarrollarse, así como el paciente y perspicaz trabajo de campo del Post ‘s tras encontrar dos informes de investigación mientras rastrean a las personas que, aunque de mala gana, podrían proporcionar otro nombre u otro hecho”, destaca en una reseña el Hollywood Reporter.

La película es similar a la construcción de un rompecabezas gigante, con la frustración adicional de tener que buscar primero las piezas antes de tratar de encontrar dónde encajan en la imagen general.

La trama devela una sensación de miedo que rodea a quienes están dispuestos a hablar y a quienes les cierran la puerta en la cara a los periodistas, la mezcla de obligaciones y desilusión por parte de muchos de sus informantes, así como la atmósfera que rodea a la oscura «garganta profunda» (o informante) que simplemente confirmaría o negaría las conclusiones de Woodward, que después de un par de horas, comienza a debilitarse.

La película transcurre en un ambiente de potencial amenaza en el que viven los periodistas de Estados Unidos tras una revelación importante. Sin duda, una joya del periodismo y el séptimo arte.

El reportero como héroe

El guionista, William Goldman, por su parte, como parte de sus logros y aciertos dentro de su larga y exitosa carrera como novelista y guionista, usó su guión para forjar el mito moderno del reportero como héroe.

Dentro de este escenario, es menester afirmar que el movimiento del Nuevo Periodismo que floreció entre las décadas de 1960 y 1970, liderado por Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe, Gay Talese y otros, había ideado un estilo de presentación para oscurecer al periodista. 

Estas narrativas permitían a los lectores “presenciar” eventos, como si estuvieran leyendo una novela, borrando de manera controvertida la línea entre ficción y reportaje. (“El papel crucial que desempeña el reportaje en toda narración, ya sea en novelas, películas o no ficción, es algo que no se ignora tanto como simplemente no se comprende”, escribió Wolfe en 1972).

El periodista estaba hecho para pasar desapercibido: las descripciones de Wolfe incluían a un “hombre con traje blanco”, que los lectores dedujeron que era Wolfe, pero ese era el alcance de la visibilidad del reportero. “Todos los hombres del presidente” invierte esta técnica por completo, porque hace a los reporteros la parte central del relato.

Finalmente, las revelaciones acaban en un escándalo en el que todos los implicados amenazan a los periodistas y al medio, y que, en medio de la tormenta, acaban por derribar a lo que pareciera inderrumbable: la Presidencia de Estados Unidos.

Con información de The New Yorker.