Dámaso Pérez Prado era popular, no populachero; dirigía orquesta, transformaba el danzón y lo combinaba con swing para crear el mambo.
Con cariño, para mi papá.
Mi papá solía escuchar sus canciones y cantarlas. Cuando era un cerillo en la tienda Sumesa, en 1981, lo vi varias veces comprando y ya tenía una aureola de músico famoso, aunque era sencillo en su trato.
Pero a nivel musial, entre sus canciones más famosas que recuerda el pueblo de México, están “Mambo universitario”, “Qué rico mambo”, “Mambo del Politécnico”, “Mambo número 5” o “El ruletero”.
Su música, alegre, movida, energética, siempre evoca las imágenes de las vedettes y películas de cabareteras de los años de la época de oro del cine mexicano y a actrices como Ninón Sevilla.
El maestro Dámaso Pérez Prado era popular, no populachero; tocaba el piano y le hacía al danzón en su natal Cuba. Estaba desde muy joven, capacitado para dirigir una orquesta, transformar una variación de danzón y superponerla al swing.
Sin Pérez Prado no se entiende la llegada de la salsa de Tito Puente y Tito Rodríguez, así como tampoco podríamos explicar el chachachá.
El Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez escribió: “Cuando el serio y bien vestido compositor cubano Dámaso Pérez Prado descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de Estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos…”.
Reconocimiento musical internacional a Pérez Prado
Pérez Prado estudió piano clásico, teoría y solfeo en la Escuela Principal de Matanzas, donde se graduó como maestro de piano y ya desde los 16 años dirigía su propia orquesta compuesta por dos violines, piano, flauta, timbal, contrabajo y un cantante.
En 1948 se vino a México, en donde trabajó para la RCA Victor. En 1951, su disco “Rico Mambo” llegó a Estados Unidos, y se convirtió en un éxito internacional.
Por estas fechas, y debido a una gira por EU, la revista jazz Metronome calificó a su agrupación como “la orquesta de jazz con más swing del país” y la revista Downbeat le pusó “el Stan Kenton de México” mientras Newsweek lo había llamado “el Glenn Miller de México”
Su estancia en Estados Unidos enriqueció su música: “el uso del órgano electrónico cambió fundamentalmente el color mambístico que había impuesto años atrás, así como el jazz, y pasaron a ocupar parte preponderante en muchos de sus arreglos. Igualmente incursionó en el ámbito sinfónico afrocubano con “Voodo Suite” junto a Shorty Rogers, en 1954, y con “Exotic Suite of the Américas” en 1962”.
¿Sabían además que tienen en común una canción Pérez Prado, Eric Clapton, Bob Dylan, The Doors y Louis Armstrong? Una canción llamada “St. James Infirmary Blues”, la cual fue covereada por todos ellos.
“St. James Infirmary Blues” es una canción folk estadounidense de principios del siglo XX, cuya temática cuenta la historia de un joven marinero que gasta su dinero en prostitutas, para morir finalmente de una enfermedad venérea en el hospital.
El componente moral cambia según la época: bien puede ser sexo, drogas o algún otro vicio.
Creación icónica
Pero su género más famoso, fue creado en conjunto con el músico Benny Moré, quien aseguró, en el tema “Locas por el mambo”, grabado junto a Pérez Prado en México, se le reivindica a Pérez Prado.
El mambo surgió como una modificación rítmica y orquestal del danzón mambo o ritmo nuevo, como se le conoció inicialmente. El mambo era un ritmo sincopado que apareció en 1938 —con los hermanos Orestes López e Israel López, miembros de la Charanga de Arcaño—, como un añadido a la estructura de danzón tradicional.
Creador prolífico
Dámaso Pérez Prado, en palabras de Sergio Santana Archbold y su libro “¡Qué rico el mambo!”, nos esboza la vida de un personaje con una musicalidad y un talento para crear nuevos géneros, aunque el más famoso, por supuesto, fue el mambo.
Desde su patria chica, Matanzas, en la Cuba ahogada ahora por la dictadura comunista, salió para sumergirse en el glamuroso mundo de la fama, la fortuna, el cine, la televisión, las mujeres y el baile de La Habana, Nueva York y en especial, de la Ciudad de México.
Dámaso se sentaba al piano cada día a ensayar y ensayar y a crear y crear. Entre los ritmos y estilos que inventó hay sorpresas y diversión. Pérez Prado comenzó a experimentar con nuevos ritmos y formas de baile desde 1951.
Tres tipos de mambo
Sus mambos recibieron tres clasificaciones: mambo-kaen, los más lentos; mambo-batiri, los más rápidos y los mambos propiamente dichos que equilibraban el frenesí rítmico y fueron los que más identificaron a lo que hemos llamado “el sonido perezpradiano”.
El primer ritmo que presentó diferente al mambo lo llamó Baklan y e hizo una sola grabación de julio de 1951 a la que tituló “Paso baklan”.
Luego vendría el Suby con “El primer suby”, grabado en México el 18 de noviembre de 1952. Meses antes en Nueva York, el 8 de febrero, había grabado “Alékum-Sálem” y lo clasificó rítmicamente como suby-mambo.
En un año grabó 13 subys, pero no pasó nada. Muchos los catalogaron como “mambos acelerados”.
Para 1954 propuso un ritmo al que llamó La culeta, su respuesta al chachachá, con la adición de violines a la instrumentación requerida para hacerlo compatible con la charanga tradicional, y que puede tomarse como “un chachachá mambeado”. Pero tampoco trascendió.
En 1954 intentó con otro ritmo: Mene-Mene, del que quedaron dos grabaciones: Cuatro paredes y El Mene-mene. Grabados el mismo día en que grabó su super éxito “Cherry pink and apple blossom white” o “cerezo rosa” el 23 de agosto de 1954.
Ese año también anunció la creación de otro ritmo al que llamaría Pau-Pau pero, solo aparece interpretado en la película “Cantando nace el amor”, la última que alcanzó a musicalizar en México en los días de su expulsión del país.
Otra propuesta rítmica apareció en 1958 y lo llamó “El ja”, que no dio ni risa. Llegó desde España en un álbum grabado en Madrid.
También en rock
Más combinaciones se dieron en 1961, cuando Pérez Prado publicó el álbum Rock-ambo, que era combinación de dos géneros reconocidos en la escena mundial: el rock y el mambo.
Pero el cubano ya había realizado grabaciones con el rock and roll, como Cuban rock y Whistling rock, grabados en abril de 1956, y también Rock’n roll cha-cha-cha y Crazy cha-cha-cha. El álbum presentó temas como Rockambo a la Prado, El rikitiki, Rockambo baby, Rockambo No. 4 y Rockambo bop.
También en 1961, y con una intensa promoción del bailarín Arthur Murrays, presentó La chunga. A este se le dedicó un álbum completo titulado Pérez Prado features the new dance La Chunga.
Es una mezcla de merengue, cha-chá y otros ritmos latinos. La idea comenzó cuando se encontraba Pérez Prado jugando con un chico en Cuba, un juego con muchos movimientos de los pies, y cuando llegó a sus estudios, en Manhattan, le explicó a Murrays que el movimiento de los pies podría ser la base de un baile nuevo, y ellos comenzaron a trabajar sobre este tema”.
Desafortunadamente la chunga apareció en los días vibrantes de la pachanga y el twist, que sonaban por todos los lados, y fuera de este álbum no hubo más grabaciones y no trascendió.
Al año siguiente, en 1962, publicó el álbum titulado “Now! Twist goes latin”, donde presentaba el twist latino a su modo, con pinceladas de mambo para no perder la costumbre. Las versiones twist de Patricia y Cherry pink and apple blossom white, sus mayores éxitos, terminaron como una faena más.
Para la publicación del álbum Our man in Latin América de 1963, en el que presentó su nueva diablura rítmica: el Bongoson, que combina el twist con el son cubano, destacaron los temas Estrellita del sur, Campanitas de cristal, Guadalajara y Tico tico no fuba.
Bossa Nova
El álbum se completó con Canto siboney de Lecuona es un bossa nova, Pachito Eché de Alex Tovar es un bossa nova, el tango Uno es un chachachá, Alma llanera es un bossanova y el merengue Compadre Pedro Juan es un bossa nova. Propuesta interesante que también pasó inadvertida.
Cuando regresó a México en 1964 trajo otro ritmo nuevo, el dengue, basado en el golpe de unas baguetas sobre un rin (aro) metálico de los utilizados por los automóviles. Con la grabación de dos álbumes, uno para Discuba y otro para Orfeón, arrancó el dengue con Dengue del puerquito, Dengue universitario, Dengue del tartamudo, Carolina dengue, Chicago dengue, Dengue del Poli, A ritmo de dengue, Montuno dengue, Dengue del bombero, Dengue del mar, Maravilla dengue, Dengue a go gó, Mary dengue, Dengue del amor, Dengue de la montaña y Dengue del tiburón.
El ritmo se consolidó con la película de 1965 “El dengue del amor” con la participación de Adalberto Martínez Resortes y Pérez Prado.
En enero de 1964 Pérez Prado hizo una gira por Lima, Perú, donde se llevó para a su orquesta al joven percusionista Alex Acuña, que años después incluso trabajaría para The Rolling Stones y Alejandro Alonso, un blusero evangélico.
En 1966 grabó “A go gó” un álbum para el sello Orfeón, con las canciones Mambo a go gó, En el mar a go gó, A go gó latino, Fanny a go gó, Tea a go gó (Tea for two), Niña a go gó y Harlem a go gó. En grabaciones posteriores insistió con el A go gó con temas como Mamma a go gó, A go gó y Dengue a go gó, en 1967.
En 1968 grabó Casatschok, el éxito de Georgie Dann, inspirado en aires populares rusos. Grabó igualmente el brasileño bossa nova en 1963.
La década del setenta, experimientó con psicodelia, go-go, de rock desnaturalizado con acento rítmico novedoso, con ritmos como el Latin bump, o simplemente Bump, y el Latin hustle.
En agosto de 1977, cuando el periodista Federico Gómez Pombo le preguntó ¿Es cierto que ya no compone mambos? Esto respondió:
“De vez en cuando compongo alguno porque de eso vivo y el público no me entiende y pide mambo. Pero el mambo ha quedado y nadie lo mueve. Ahora llevo ya como diez años tratando de hacer algo que no sea mambo. Puede decir usted que estoy en contra mía para darle en la torre al mambo. Matar al mambo es lo único que quiero, pero no he podido. El público quiere mamo”.
Talento mundial
En 2015, la revista Billboard publicó una encuesta en la que relacionó las mejores canciones latinas de la historia e incluyó el tema “Mambo No. 5” en el listado. Pérez Prado, natural de Matanzas, fue el mayor responsable de la fama mundial de ese ritmo en la década de 1950. Su prestigio internacional fue tal que el compositor ruso Igor Stravinski lo catalogó de genio y a sus piezas las calificó como una suerte de explosión musical.
Los discos que contenían “Mambo No. 8” y “Patricia”, dos de sus canciones más populares, tuvieron enorme éxito entre el público de Estados Unidos, por lo que en 1951 emprendió una gira por la costa oeste, con miles de espectadores. Alcanzó la cima en 1955 con el tema “Cherry Pink and Apple-Blossom White”, conocido en español como “Cerezo rosa”.
Pérez Prado murió el 14 de septiembre de 1989 en Ciudad de México a los 72 años.
Con información de:
Alfaro, Marco Antonio (1978, 30 de abril). ¡Y el mambo cumplió 30 años! Unomásuno. México.
Gómez Pombo, Federico (1977, 21 de agosto). “¡Uhj!” Cadena perpetua con el mambo. Proceso. Revista 42. México.
Hernández, Erena (1986). Conversación con Pérez Prado. En La música en persona (pp. 13-27). La Habana: Editorial Letras Cubanas.
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