En el mes pasado, julio, la fuerza aérea israelí bombardeó la sede del ministerio de Defensa sirio.
Oscar Ortega Espinosa IIS / UNAM – México

La razón fue destruir el sitio desde dónde se planearon las matanzas en contra de una minoría religiosa de la cual se sabe poco en el hemisferio occidental: los drusos.
Igual que pasó con los yazidíes hace años, según Giovanni Papini, adoradores del Diablo, ahora los drusos son víctimas de las masacres consuetudinarias propias de una región convulsa como lo es el Medio Oriente. Desde la caída de imperio otomano, la lógica fracasada por instalar estados-naciones en ambientes multiétnicos y multirreligiosos conllevó la perpetración de barbaridades y atropellos que parecen no amainar.
Debilidad de Estados
En muchos casos, como ocurre en México, la debilitación de los incipientes estados ha conllevado, además de la fractura de la neutralidad religiosa e ideológica, el surgimiento de movimientos fundamentalistas islámicos, que, en su interpretación cerrada de la Sharia, no tienen reparo incluso en abrogar costumbres inveteradas dentro de la Ummah o comunidad musulmana mientras combaten a quienes se les opongan.
Al –Gulani, dirigente indisputable de Siria en estos momentos, al día diecisiete de julio de dos mil veinticinco, declaró un alto al fuego con los drusos, con lo cual, la diplomacia de los misiles pareció funcionar.
Lo irónico es que ha habido asesinatos en masa en Siria desde que Bashar al-Assad se fugó del país sin mayor resistencia. Espectáculo, por cierto, el de su huida, ridículo y absurdo; que todavía asombra al mundo: Primero, los alauitas, un credo esotérico al que pertenece la misma familia Al-Assad, después los cristianos, pero esos no merecen siquiera se dispare un petardo por parte de ninguna potencia occidental ni de Israel.
Democracias extrañas
Al parecer, únicamente Rusia, al permitir que se alojaran en sus bases militares, la de Tartus y la de Kheimim, gente que huyó atemorizada de las huestes del nuevo dirigente sirio, hizo más por evitar el derramamiento de sangre, que todo Occidente. Para muestra de lo terrible de la situación, tanto el gobierno británico como el estadounidense ya reconocieron a Ahmeed al-Shaara, el nuevo nombre Al-Gulani, como presidente de Siria. Todo sea por la causa…democrática.
La protección que el estado israelí proporciona tanto a los drusos como los bahaíes, un credo surgido en el siglo diecinueve, es parte de un plan maestro para sembrar cabezas de puente en varios países, que sirvan a sus fines de subversión y desestabilización.
Al parecer, la mayoría de los drusos viven en Siria; de ahí la importancia de protegerlos. El bombardeo del edificio del Estado mayor sirio ya logró otro fin: crear una zona desmilitarizada al sur de Siria: primero, los Altos del Golán, ahora este nuevo territorio, cerca de la ciudad de Sweida.
Surgimiento del Estado moderno
La velada anexión arriba mencionada no podrá ser conjurada por culpa del sectarismo que predomina en la zona, producto del fracaso en constituir estados viables, que, conforme a la visión del jurista Carl Schmitt, superen las disensiones idiotas, en el sentido clásico y etimológico del término, de los diversos credos de la región. Recordemos que el Estado moderno nació para superar las luchas intestinas de una desgastada cristiandad.
Posteriormente, el Estado, como un ente de neutralización, ha permitido que aniden en él tendencias ideológicas contrarias que pueden superarse apelando a un piso parejo o a una eticidad superior, es decir, el bien público. Y seamos sinceros, en el Medio Oriente, parece ser que, como en México, las luchas sectarias y regionales parecen imperar, producto de la importación de un modelo ajeno, impotable e insostenible.
Fuera de esta situación de “anomia”, lo único claro es que el gobierno de Israel, dirigido por Benjamín Netanyahu, vuelve a anotarse un gran éxito estratégico. Ahora falta saber si aquel mandatario querrá atacar Egipto o Chipre en la siguiente jugada del ajedrez geopolítico.