Tan solo del periodo de 2017 a 2019, los linchamientos elevaron sus cifras para llegar a las 644 víctimas, con crecimientos a 3 dígitos.
En su conferencia mañanera, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, por enésima vez, culpó al pasado de los efectos colaterales de la corrupción que aquejan a la sociedad, en este caso, los linchamientos:
“Decirle a toda la gente (…) a las comunidades, que se tenga confianza en las autoridades. No somos iguales a las autoridades anteriores; así, de manera categórica lo puedo decir”.
Pero más allá del discurso fácil, hay una realidad de impunidad—donde la grave corrupción de los ministerios públicos cumple un papel determinante— y en la que Obrador, fiel a su estilo, logra siempre evadir un tema al que se necesita abordar con más profundidad, más allá de una frase política.
Según la Real Academia Española (RAE) el linchamiento se define como “ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo”.
Impunidad = linchamientos
Tan solo de 2017 a 2019, los linchamientos elevaron sus cifras para llegar a más de 644 víctimas.
Según especialistas, esta crisis de autoridad, inseguridad e impunidad en México influye y es parte medular de la causalidad en los linchamientos.
Un estudio del Instituto Belisario Domínguez del Senado, se establece que en los últimos 26 años, se registraron al menos 366 linchamientos en distintos estados, principalmente, en los estados de México, Ciudad de México, Morelos, Puebla y Oaxaca.
Incremento por impunidad
Por su parte, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) argumentó que los linchamientos a nivel nacional registran un aumento alarmante, y destacó que en 2019, comparado con 2018, se presentó un incremento del 190%.
La CNDH señaló que si en 2017 se registraron 110 muertos o lesionados por estos ilícitos, la cifra se elevó a 271 personas fallecidas o lesionadas en el primer año de Morena en el poder.
Peor aún, para septiembre de 2019, ya se habían registrado 166 linchamientos y 263 víctimas, es decir, alrededor de 644 personas linchadas o lesionadas.
El Instituto señala que entre 2010 y 2016 los municipios con mayor índice de linchamientos fueron Ecatepec con 39%; Texcoco con 23%; y Chalco con 22%.
Según la CNDH, “los linchamientos son actos ilícitos que constituyen una de las expresiones más graves de la crisis que, en materia de inseguridad, violencia e impunidad, enfrenta nuestro país”.
Sin embargo, estas conductas ilícitas no tienen una calificación e identificación oficial que permita clasificar los casos y generar estadísticas oficiales, para diseñar políticas públicas integrales que privilegien la prevención antes que la reacción, así como restaurar el tejido social de las localidades donde se registran los actos.
Problemática desde el cine
El más reciente de estos linchamientos ocurrió el 10 de junio, cuando pobladores de la comunidad de Papatlazolco, en el municipio de Huauchinango, Puebla, retuvieron a Daniel Picazo, un abogado y funcionario de la Cámara de Diputados, al que golpearon y quemaron vivo.
El hecho, inevitablemente remonta una de las películas de denuncia más valientes que se han hecho en México. Tal es el caso de “Canoa. Memoria de un hecho vergonzoso” que realizó el cineasta Felipe Cazals en 1975.
La película recrea la historia de cinco jóvenes empleados de la Universidad de Puebla que se dirigen a escalar el volcán La Malinche, pero por las lluvias no tienen éxito y tienen que refugiarse en la localidad de San Miguel Canoa.
Sin embargo, debido a la paranoia y el rechazo por el comunismo incitada por el cura local, el pueblo confunde a los jóvenes con adoctrinadores marxistas y deciden lincharlos.
El cura había alertado que los estudiantes iban a violar a las mujeres de ese lugar y que se robarían las cosechas.
Para el cineasta Cazals, Canoa es una relación del poder con la iglesia católica y la impunidad.
“Canoa diluye la imagen idílica de los campesinos en México, que décadas anteriores, se habían puesto de moda y habían estilizado el comportamiento de los campesinos mexicanos”, decía el cineasta.
Nuevo enfoque
“Queríamos mostrar la ignorancia, la falta de educación, la miseria, el campo que no produce nada. Las autoridades que meten en el cajón y se lo llevan todo. Estábamos hartos de las películas mexicanas con el cura panzón, benevolente y consejero del pueblo y admirado por todos los campesinos. No queríamos esa imagen del caporal llorando en la ventana del hacendado para que le den un beso”, decía Cazals en un documental de 2014 en Canal 22.
Incluso, en un documental de la BUAP, Julián González Báez, testigo de ese linchamiento, 50 años después del mismo, en 2018, narró que los jóvenes linchados que iban a escalar la montaña, habían pedido posada en el curato de esa iglesia y se los habían negado.
No solo les negaron el apoyo, a cuatro jóvenes les arrancaron la vida con las insidias del cura. 55 años después y a 155 kilómetros de distancia de San Miguel Canoa, otro joven, en ese mismo estado, vivió la barbarie de ese campesinado y de esos pobladores que recela de todos, pero que a su vez, están hartos de la impunidad, venga del gobierno que sea.
Con información de La Mañanera, Crónica, Senado de la República y Canal 22.
La Biblia aborda la venganza. Tanto en hebreo como en griego, las palabras que se traducen para “venganza”, “revancha”, y “desquite”, tienen como su significado principal la idea de castigo. Sin embargo, debemos entender que Dios se reserva para sí mismo este derecho.
El versículo clave acerca de esta verdad se encuentra en el antiguo testamento y se mencionó dos veces en el nuevo testamento.
Dios dijo: “Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura” (Deuteronomio 32:35; Romanos 12:19; Hebreos 10:30). En Deuteronomio, Dios habla de los israelitas obstinados, rebeldes e idólatras que lo rechazaron y provocaron Su ira con su maldad.
Prometió disciplinarlos en su tiempo y según motivaciones puras. Los dos pasajes del nuevo testamento se refieren al comportamiento del cristiano, quien no debe usurpar la autoridad de Dios. Más bien, debemos permitirle que juzgue rectamente y derrame su castigo divino contra sus enemigos, en el tiempo y las circunstancias que él permita.